Iba distraído en el metro mientras a mi lado estaba teniendo lugar una acalorada conversación entre un grupo de mujeres. Una de ellas se quejaba de que su novio había tonteado delante de ella con una camarera y estaba visiblemente cabreada.

Esto me trajo a la mente dos reflexiones. La primera es sobre la necesidad de alimentar nuestra autoestima a través de sentirnos atraídos. El flirteo puede que no siempre tenga una finalidad específica de conseguir una experiencia sexual, sin embargo quién lo realiza busca sentirse bien. Sentirnos atraidos dice de nosotros que somos atrayentes, o al menos ese es el mensaje que recibe nuestra autoestima. Y eso genera una dosis de bienestar. Seguramente a todos nos gusta sentirnos atraídos de algún modo, el problema es cuando dependo de la reacción de otros para yo sentirme bien; cuando no tengo mis propias herramientas para alimentar mi autoestima y dependo en exceso de los demás. Así, puedo acabar ciertamente obsesionado con el flirteo, exclavo de que los demás me guiñen un ojo para yo levantar mi raquítico ánimo.

La segunda reflexión tiene que ver con sentirnos especiales en una relación. Me gusta que el día de mi cumpleaños me feliciten, no me va la vida en ello pero cuando ocurre me hace sentir especial. Para un hijo, un padre no es un padre cualquiera sino que es Superman; y del mismo modo tu hijo no es un niño cualquiera sino que es el niño más guapo del mundo y para una madre no es difícil demostrárselo cada día. Uno le hace sentirse especial al otro y eso forma parte de los buenos momentos de la vida.
Flirtear con otra persona delante de mi pareja, algo más común de lo que parece, es una manera de que mi pareja no se sienta ni respetada ni especial 😦

Asi que… ¡a ponerse las pilas!

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