
Empecemos planteando una premisa: cuando vivimos una situación dolorosa, podríamos llamarlo trauma, esa experiencia queda grabada en el hemisferio derecho (emocional). Podemos entender por situación dolorosa a cualquier conflicto cotidiano que tengamos con un amigo, con nuestra pareja o con una persona que estemos conociendo y a la que hayamos otorgado nuestra confianza. Es decir, un conflicto que nos haya provocado decepción, y eso haya hecho que nos sintamos especialmente dolidos.
El hemisferio emocional se diferencia del hemisferio racional en algo tan importante como el no responder a la lógica. El hemisferio emocional no es lógico (para eso ya está su vecino hemisférico), los razonamientos y el análisis sereno de las cosas no van con él. Además, el hemisferio emocional no entiende de tiempo. No existe el medio plazo y el largo plazo. Existe sólo el momento presente. Si me siento bien, estoy bien. Si me siento mal, estoy mal. Fin de la evaluación.
Ocurre que cuando vivimos una situación dolorosa, el hemisferio emocional toma el control de la mente bloqueando el hemisferio racional e impidiendo el necesario equilibrio entre ambos. Por lo tanto, en lo que respecta a esa situación negativa vivida y que quedó grabada, cada vez que vivamos una situación similar el hemisferio emocional activará el recuerdo de esa situación negativa y con ello el dolor emocional correspondiente. Por ejemplo, si hace 5 años mi ex pareja me traicionó o me maltrató, aunque 5 años más tarde esté conociendo a otra persona o tenga una nueva pareja, es muy probable que los fantasmas de mi anterior relación me visiten en mi relación actual tarde o temprano.
¿Por qué? Porque lo que mi ex pareja me hizo me dolió. Y el hemisferio emocional ha tomado el control de mi mente en ese tema. Y cuando cree que algo similar está ocurriendo activa el dolor sin ponderancia de lógica ni tiempo. Es decir, aunque hayan pasado 5 años me duele como si me hubiera ocurrido ayer. El miedo que siento y la frustración se activan como si el conflicto aún estuviera vivo y abierto. No puedo razonar, no puedo analizar la situación con serenidad. Es más, aunque a veces sé que no tiene lógica lo que estoy pensando o sintiendo, no puedo evitarlo. El hemisferio emocional es el que manda y sus tropas imperiales han implantado una dictadura que puede durar mucho tiempo.
De este mecanismo derivan comentarios de tristeza como «la muerte de un hijo nunca se supera»; o de rencor como «el que me la hace la paga, me da igual que hayan pasado 10 años», «se la tengo guardada», etc; o de desamor como «me cuesta confiar en las personas», «me he vuelto una persona muy celosa», etc.
Mariano de los Santos